lunes, marzo 06, 2006

El Ciego

¡Por tus ojos que nunca han mirado
cambiaría yo los míos que te ven!

Pablo Neruda Crepusculario


- Damitas y caballeros, buenas tardes...- Empieza la rutina del ciego. Así lo quiso Dios, que hizo que tenga la suerte de no ver el mundo.

Con problemas y un bastón, subió su pie hasta tocar la primera grada de entrada al bus, saludó cordialmente con el chofer y su ayudante, una mujer con rasgos indígenas y un cepillo de pelo en su cabeza. La segunda y tercera gradas fueron más fáciles. Tambalea, toca a un niño por accidente, que lo esquiva entre asqueado y asustado. Abraza con su gordo cuerpo el tubo.

- Deseándole un feliz y placentero viaje, y con el perdón del señor chofer, le saluda este no vidente; vengo a ofrecerle este producto. Con su compra, usted contribuye a mi sustento diario....

El bus, incluido el chofer, lo mira entre lástima y ternura. El ciego pasa por el corredor, la gente compra el caramelo, y sin dudar lo mete en su boca. El chofer también.

- ...agradeciéndole, sé que Dios le ha de recompensar...

El ciego baja del bus, y todo vuelve a la normalidad. El chofer duda. Su cabeza sobre el volante, en el pito, sonido estruendoso, insoportable. El bus que viaja más rápido, choca contra el muro.

El ciego no voltea, escucha el ruido, los gritos del bus al chocar. Sonríe.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El problema central es irresoluble
lo que ven los ojos es simultáneo.
En un instante gigantesco
millones de actos deleitables
superpuestos y transparantes, grotescos.
En un instante todo, inconcebible
universo secreto y conjetural.
Alegoría de emblemas
lenguaje sucesivo del infinito.


Besos desde Guadalajara...